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16 enero, 2010

Iglesias y Pasajes


Los dos edificios más antiguos de la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre), en su recorrido por el barrio de San Nicolás son las parroquias de San Miguel Arcángel, en la esquina de Suipacha y de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario, en la esquina de Paraná (foto).
Amabas datan del siglo XVIII, pero sus edificios exhiben un marcado contraste.
Declarado monumento histórico, San Miguel luce muy deteriorada y desde varios años afronta graves problemas de apoyo económico para su remodelación. La basílica de la Piedad, en cambio, sobresale precisamente por su esplendidez y su exacerbada búsqueda de belleza. Durante un par de décadas sufrió problemas similares a los de su vecina, pero a fines del 2000 alcanzó una notable recuperación. La reciente restauración de sus frescos acentuó la saturación de los colores.
Originariamente, la Piedad era un oratorio particular, ubicado en la quinta de un matrimonio portugués que por razones de salud solicitó al Cabildo permiso para levantar un lugar donde celebrar misas. Con el tiempo se construyó un templo, que fue consagrado en 1769. Su ruinoso estado estado obligó a reedificarlo. La obra corresponde a un proyecto de Buschiazzo, realizado por los arquitectos Canale y fue inaugurada en 1895.
A fines del siglo XIX, la Piedad compartía con la merced el privilegio de contarse entre las iglesias preferidas por la elite, que gustaba de celebrar allí grandes eventos sociales. Tal es así, que los vecinos acostumbraban a asomarse a los balcones durante las noches de verano para disfrutar el espectáculo.
Frente a la iglesia se encuentra el llamado pasaje La Piedad. En realidad no es un pasaje, sino una calle en "U", con entrada por el 1573 y salida por el 1525 de Bartolomé Mitre. Por eso no figura dentro del trazado público. Su construcción fue encargada por Arturo Gramajo, siguiendo los deseos de su esposa, María Adela Saraza de Atucha, quien quiso urbanizar unas tierras que su padre había adquirido por fracciones. Gramajo era vecino del barrio y presidente de la comisión administradora de los fondos para terminar el templo de la Piedad; entre 1915 y 1916 fue intendente de la ciudad, durante el gobierno de Victorino de la Plaza. Por su elegancia, tono y atmósfera, el Pasaje La Piedad guarda cierta semejanza con algunas callejuelas de Venecia, París o Roma. Gramajo llegó a ocupar uno de los inmuebles y en una de las desembocaduras tenían su residencia los Uriburu, donde fue a almorzar la infanta de Borbón durante los festejos del Centenario.
El proceso de su construcción fue largo: comenzó en 1888 por las unidades ubicadas en el fondo, hasta terminar con las del frente en 1900. De ahí la diversidad estilística de sus fachadas, que responde a las modas imperantes y al eclecticismo de su autor. No está claro quién fue éste, porque no se han hallado los planos originales. Sus 114 viviendas presentan dos tipos. Sobre las calles Bartolomé Mitre, Montevideo y Paraná y en ambos accesos, el frente está alineado a la fachada, que se abre en locales comerciales en la planta baja. En el corazón de la manzana, la fachada está retirada en loggia, con antejardín, balcones y rejas. El acceso vehicular siempre fue restringido, por lo reducido de sus dimensiones. hace unos años se colocaron rejas en sus dos entradas, que la convirtieron en una calle peatonal privada.
(Watson, Rentero y Di Meglio)

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