Macedonio Fernández, nómade de las pensiones y las tertulias de café, apeló al absurdo y a la metafísica para explicar la realidad de su tiempo.
Arturo Cambours Ocampo, autor de ensayos como "Indagaciones sobre la Literatura Argentina", introdujo el tema de "la lucha de las generaciones".
Leónidas Barletta, fundador del Teatro del Pueblo en 1931, centró su actividad cultural en la denuncia de las injusticias desde una visión socialista.
Eduardo Mallea, novelista, vio la realidad nacional como la "superposición de la Argentina visible, por encima del país profundo".
Luis Franco, pota de las cosas sencillas y cotidianas, reivindicó en las corrientes inmigratorias el espíritu pionero y colonizador. De formación ácrata y convencido del carácter plural de la sociedad argentina, se opuso tenazmente al nacionalismo de Lugones.
Jorge Luis Borges, tras la aventura vanguardista buceó en la literatura y en el habla de los argentinos hasta plasmar algunos arquetipos, como el compadrito, pero en un marco de constante universalización.
Ezequiel Martínez Estrada publicó en 1933 Radiografía de la pampa, ensayo donde criticó la disyuntiva sarmientina de "civilización y barbarie" y denunció la falta de autenticidad y ética imperantes en el país.
Leopoldo Marechal, poeta católico que se orientó hacia un nacionalismo popular, convirtió a Borges y a sí mismo en personajes de su novela Adán Buenosayres.
Tres suicidios
Horacio Quiroga, verdadero maestro del cuento realista, se suicidó en 1937 tras buscar en la selva misionera una autenticidad que no pudo encontrar en la sociedad rioplatense.
Leopoldo Lugones, a ocho años de su apuesta política al golpe de Uriburu, se suicidó en un recreo del Tigre en 1938.
Alfonsina Storni dejó en su obra poética, el registro de su rebeldía contra una sociedad machista. Se suicidó en 1938.
(Historia de la Argentina Contemporánea)
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