Contame algo lindo....

Contame algo lindo....
Para conocer relatos de barrio, de música, de nuestra historia y de quienes la forjaron....

10 febrero, 2009

Versos que no duermen


Alfonsina Storni fue una de las más importantes escritoras del siglo XX. Con su obra poética dió cuenta de su intrincada historia personal y se puso a la vanguardia de un movimiento que, años después, desligaría a las mujeres de todos sus prejuicios. Enamorada del mar se ha sumergido en él para siempre, Alfonsina Storni", tituló el miércoles 26 de octubre de 1938 el periódico El Diario, la trágica noticia del suicidio de la poeta argentina. "Así debía morir Alfonsina. A su alma tempestuosa, atormentada, a su cabeza blanca de amargura antes que de los años, le queda bien el rumoroso telón de fondo oceánico con que voluntariamente ha querido rubricar su vida de ahora y para siempre", sellaba a continuación. Como representante de una nueva generación de mujeres literatas, la poeta, periodista y maestra, fue pionera en la defensa de la igualdad de oportunidades para las mujeres a comienzos del siglo XX y despertó por igual elogios y críticas. "Su muerte fue un espejo de su vida: pasión, romanticismo, fragilidad física, fuerza espiritual. Un alma que gobernó su cuerpo.", parafraseó su nieto, Guillermo Storni, en un reciente homenaje a 70 años de su desaparición, en la Biblioteca Nacional, organizado por la Embajada de Suiza y la Fundación Elisa. Tercera hija en una humilde familia de Sala Capriasca, en la suiza italiana, Alfonsina emigró con sus padres a la provincia de San Juan cuando tenía 4 años. Allí permaneció hasta 1900, cuando se trasladaron a Rosario. A los 20 años y ya egresada de maestra, se enamoró de un diputado santafesino 23 años mayor y casado, con quien tuvo su único hijo Alessandro Alfonso. (Según se pudo confirmar, Alessandro aún vive con 97 años en el pueblo natal de su madre). "Mi padre siempre la describe como una mujer activa, vivaz, constructiva, comunicativa, corajuda, pero triste y silenciosa en la intimidad", contó Guillermo. Pese a las adversidades, Alfonsina supo canalizar su apesadumbrado mundo interior a través de inolvidables poemas como su primer libro de 1916, La inquietud del rosal, o sus colaboraciones en Caras y Caretas. En esos años entabló amistad con nombres de la vanguardia novecentista como Amado Nervo, José Rodó, José Ingenieros, Manuel Ugarte y Federico García Lorca. No obstante, fue en las comidas del grupo Anaconda en casa del pintor Emilio centurión donde conoció a uno de los hombres más importantes para su vida: el escritor uruguayo Horacio Quiroga. En 1935, los médicos le detectaron cáncer de mama, enfermedad que intensificó los trastornos mentales que padecía. Y dos años más tarde su amigo Quiroga, también preso de cáncer, se suicidó con cianuro. Desde entonces la muerte rondó la cabeza de Alfonsina. El mes anterior a su trágico desenlace, viajó hasta Colonia para intentar suicidarse, pero la faltó coraje en aquella oportunidad.
"Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono, le dices que no insista, que he salido...." fueron sus últimos versos. En la madrugada del 25 de octubre de 1038 Alfonsina se internó en el mar de la playa La Perla de Mar del Plata de una vez y par siempre. (Lorena Zapata).

Popeye en versión paqueta



Nicolás Mihanovich era un marinero croata que sabía llegar a buen puerto: se casó con la viuda de su patrón, hizo negocios con el Estado y prosperó a más no poder. Fue una historia de amor impertinente entre un joven marinero y una viuda adinerada. Un romance muy incómodo para la época, 1870, que le facilitó al humilde timonel el ingreso a la incipiente burguesía nacional. Nicolás Mihanovich llegó a Buenos Aires, a fines de 1860 luego de un breve paso por Paraguay y Uruguay. Era croata, tenía 20 años, sabía sólo un puñado de palabras en castellano y tenía como único capital su oficio de marinero. Su primer empleo lo tuvo en una pequeña empresa naviera del puerto de Buenos Aires. El muchacho se mostraba emprendedor y pronto se ganó la simpatía del dueño de la compañía, Juan Bautista Lavarello, su esposa Catalina y sus hijos. Rápidamente ascendió a timonel. Pero resulta que el señor Lavarello se murió meses más tarde en un accidente. Y habrá pasado, seguramente, que entre tanto abrazo de consuelo, la flamante viuda y el intrépido marinero quedaron drásticamente entusiasmados. No perdieron tiempo en paradas formales ni lutos de rigor. Mihanovich pasó a ser en nuevo jefe de la familia y socio de la empresa. Si la historia resulta negra o rosa es cuestión de buena voluntad. Pongamos rosa. Bajo la nueva figura societaria el crecimiento de la empresa fue vertiginoso. Cada año sumaban más embarcaciones y rutas comerciales. Además don Nicolás empezó a manejarse bastante bien dentro del poder político y obtuvo algunos beneficios en la década del '80 le otorgaron el monopolio del control sanitario de inmigrantes. Con este nuevo paso como contratista del Estado la compañía tuvo un gran espaldarazo. En esos años, en medio de una gran crisis, mientras la mayoría de las compañías navieras quebraban y vendían sus barcos a precios más que módicos, don Nicolás, con un ingreso fijo por inmigrante, los compraba. Cuando la Argentina festejaba el Centenario, Mihanovich era una figura sobresaliente en esos cuadros repletos de bigotudos con panzas y galeras. La compañía Argentina de Navegación Nicolás Mihanovich era una de las más importantes de América con una flota de 350 embarcaciones, entre transporte de pasajeros, de carga, remolcadores y lanchas de distintos tamaños. También en tierra, llevó adelante emprendimientos: construyó un par de edificios en Buenos Aires, participó del negocio forestal y del cuero; fue accionistas de algunos frigoríficos y bancos. Pensó, además, en el descanso de la nutrida muchachada top de la época y fundó la Sociedad Balnearia Punta del Este, para impulsar el turismo en esa ciudad. La empresa que hasta el momento seguía siendo familiar, aunque se trataba de una familia bastante extendida, a los 6 hijos que Catalina tuvo con el desafortunado Lavarello, se le sumaron otros 6 que tuvo con Nicolás, lo que hizo cambiar la parte societaria. Nicolás decidió incorporar nuevo capital para seguir agrandando la compañía y con inversores ingleses como socios transformó su empresa en The Argentine Navigation Company Nicolás Mihanovich Limited. En 1914 Nicolás tuvo un serio problema: la Primera Guerra Mundial le estalló en la vitrina de su casa: las placas y medallas de mérito que le había otorgado la corona inglesa entraron en directa contradicción con las que le había entregado la corona austro-húngara por ser, como croata, un digno súbdito del imperio. El principal accionista de una compañía con capitales ingleses tenía un título nobiliario del imperio enemigo. Sin embargo, el negocio fue más fuerte y la empresa sobrevivió a la desaparición del impero austro-húngaro y a la vieja geografía europea. Pero no pudo sobrevivir a la historia argentina. Nicolás murió en 1929, unos años antes, había vendido la empresa a la familia Dodero, otro de los grupos nacionales fuertes de navieros y armadores. En adelante, la compañía navegó con distintos nombres y suerte, hasta que en los años 90, casi sin barcos, desapareció.
Gustavo Baiman