Contame algo lindo....

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16 enero, 2008

Estancia La Postrera


Hacia finales del siglo XVIII, varios pasos permitían atravesar el río Salado a las tropas de carretas. Entre éstos, el de La Postrera fue quizá el que más relevancia alcanzaría debido a su anecdotario. Cuando el lecho crecía bruscamente, los carruajes se veían obligados a permanecer hasta 2 ó 3 meses a la espera de una bajante. Mientras tanto, los tripulantes de estas caravanas se entretenían en las 2 pulperías que había al margen del río: La Azotea Grande y La Esquina del Cañón, punto de encuentro entre quienes iban y venían, hasta que se hizo necesaria la construcción de un puente. Por pedido expreso de las autoridades, el célebre ingeniero Luis Augusto Huergo tuvo a su cargo la compra del puente en Inglaterra. Fueron 160 metros de maderas, hierros y piedras que soportaron el paso incesante de los vehículos, hasta que en los años '40 la ruta y el ferrocarril dejarían a La Postrera a un costado para darle protagonismo a su hermana menor, La Raquel. Los sucesivos regímenes de enfiteusis implantados desde principios del siglo, les habían otorgado a las familias más poderosas las tierras que se extendían al sur del Salado y que cada vez se veían menos amenazadas por los malones. Así los Capdevilla, que obtuvieron la propiedad del lugar, hicieron las primeras construcciones, frente a una pintoresca isla que divide en dos brazos el lecho del río. Por entonces, había un saladero y otras precarias viviendas las que con el paso del tiempo dieron lugar al suntuoso casco de 1838, con agregados y modificaciones, es la actual casa principal. En 1820, los campos pasan a amnos del yerno de Capdevilla, Ambrosio Crámer, un francés que había sido militar en las fuerzas napoleónicas. Tras la caída del imperio, se embarcó hacia América, donde se encontró con un continente en ebullición. Fiel a su espíritu guerrero, no pudo permanecer ajeno a esas circunstancias que lo condujeron a alinearse en el ejército libertador de San Martín. Al trabajar como agrimensor, Crámer llegó a la zona del Salado y allí conoció a María Capdevilla, su futura esposa. Pero el francés tuvo el desatino de integrar las fuerzas de Los Libres del Sur, grupo de unitarios que en octubre de 1939 se alzaron contra Juan Manuel de Rosas. El plan contaba con que el general Juan Lavalle atacara a los federales por el norte, pero éste se demoró y los conjurados fueron derrotados. Crámer murió junto a varios líderes de la revuelta. (Extraído del diario "La Nación" del 02/10/04).

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