Contame algo lindo....

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28 enero, 2008

Cementerio de la Recoleta

El cementerio originalmente fue edificado fuera de los límites de la ciudad. Hoy se aloja en una zona céntrica, densamente poblada. Al hablar de sus muertos más de una vez se ha deslizado alguna imprecisión, que quizás el tiempo y la fantasía han convertido en más reales de lo que verdaderamente fueron. Así la Recoleta ha sido el lugar elegido por más de un autor, al imaginar historias, que sin embargo no carecen de ribetes de realidad. Gálvez nos contó sobre el entierro de Dorrego, un cálido febrero, el cortejo fúnebre encabezado por Rosas, que caminó erguido todo el trecho desde el Fuerte, entre una fila de antorchas que realzaban sus cabellos de por sí ígneos, como un ángel vengador. Y cuando todos creían que sus palabras también serían de fuego, sólo le deseó el descanso eterno a un amigo muerto hacía apenas un año. "El libro extraño" de Sicardi nos cuenta sobre el "Entierro del angelito", las exequias de un niño, las cuales constituían un acontecimiento, con baile y fiesta, para celebrar su partida a los cielos. En "La Maldonada" de Grandmontagne, se describe la asistencia de los deudos un 1º de noviembre, Día de los Muertos, muchos de ellos consternados aún por la pérdida de seres queridos en la Revolución del '90, no muchos años antes. En "El incendio de las vísperas", Beatriz Guido ubica sobre la calle Azcuénaga el departamento del protagonista desde donde puede ver la bóveda familiar de su familia, mientras recibe a sus fortuitas amantes. Bioy Casares derrumba el muro de la calle Vicente López en su "Diario de la Guerra del Cerdo". Es en la Recoleta donde Enrique Larreta hace jurar amor eterno a Federico y Lucía en su sufrida "Zegolbi" y es acá donde Sergio, el filósofo de Mujica Lainez busca una nieta perdida de Napoleón. Leónidas Barletta, recoge en "Un señor de Levita", una leyenda asentada en la mitología local que señala a ciertas bóvedas como aristocrático tránsito hacia otro destino más humilde, práctica que algunos comentan, se mantiene a la fecha. Todas las tumbas son símbolos de la imaginación de los deseos y las esperanzas con las que cada época y cultura han interpretado la muerte. El espíritu del Renacimiento es que impera en este cementerio, donde nuestras glorias mundanas continuarán nuestra vida en la tierra, emergiendo triunfantes como una alianza entre la vida terrenal y la gloria celestial. Espíritu que volcamos en los bronces de los mausoleos y en los mármoles de los monumentos, testimonios de los logros materiales y afectivos a lo largo de la existencia entre nosotros. (Extracto de "Ciudad de Ángeles" de Omar López Mato).

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