Contame algo lindo....

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12 mayo, 2008

Lola Mora y Las Nereidas

Nicolás Avellaneda, tucumano, tenía 30 años en 1866 cuando actuó como padrino de bautismo de la pequeña Dolores Candelaria, hija de Romualdo Mora y Regina de la Vega. Y así fue como Lola Mora se ligó un padrino que 8 años después se convertiría en presidente de la Nación. Este dato, que no pasa de lo anecdótico, cobra fuerza si consideramos que el segundo tucumano que gobernaría el país sería Julio A.Roca, también padrino, artístico en este caso de Dolores. Incluso habría un tiempo en que la relación del padrino y la ahijada artística alcanzaría mayores niveles. Sería durante el segundo mandato presidencial de Roca, mientras ella alcanzaba la cumbre mediática gracias a su célebre fuente de Las Nereidas. Lola Mora estaba lejos de ser el ideal de mujer de comienzos del cambalachero siglo XX. Muy liberal, artista, soltera de casi 30 años, sus aventuras amorosas duraban lo que a ella se le antojaba (y siempre se le antojaba que fuera poco). No le importaba el qué dirán, no caminaba el sendero marcado por madres, abuelas y bisabuelas. Sería difícil encontrar alguien que la quisiera de nuera. ¿Y todo esto a ello le preocupaba? Por supuesto que no. Su carrera de pintora figuraba al tope de las prioridades. Lo demás, iba y venía. En 1895 logró una beca para trasladarse a Buenos Aires, donde a su vez, obtuvo una nueva ayuda económica que le permitió viajar a Roma para perfeccionarse. Sin embargo, lo que logró fue lo contrario porque pronto descubrió que le gustaba más hacer esculturas. Leonardo Da Vinci la subyugó al punto de que una de las primeras obras que realizó en yeso la firmó con el nombre de L.M.di Vinci. Cada escala en el conocimiento fue matizada con romances más o menos interesantes, pero ninguno digno de ser considerado escandaloso. En aquellos inicios del siglo XX, lo más escandaloso de su vida fueron las impúdicas Nereidas que creó. La fuente era un regalo ofrecido por la escultora en el año 1900 a la ciudad de Buenos Aires. Ella apenas podía cobrar el material, de todos modos terminaron pagándole el costo y un poco más. En un principio, la obra contendría a Nereo. Sin embargo, parece que en boceto el exhibicionismo del dios marino era demasiado para la época: le aconsejaron a la artista que ni empezara a moldearlo. El otro percance fue el carácter moral geográfico y ocurrió cuando se desembarcaron las piezas que arribaron desde el puerto de Génova: la fuente iba a situarse en la Plaza de Mayo; eso ya era imposible porque la Venus esculpida y las 2 hijas del ya censurado Nereo (las nereidas) estaban semi desnudas y jamás podrían ubicarse a escasos metros de la Catedral Metropolitana. Hay que considerar, a su vez, que se trataba de desnudos que no representaban a la Libertad, la Gloria, al Progreso...y punto dos, no había sido generada por la cabeza de un hombre, sino ¡de una mujer!. Y la misma mujer se encargaría de darle forma al mármol...Por último, para crear los tritones de la obra, Lola Mora había convocado a su estudio de Roma a 3 hombre de cuerpos perfectos, un esgrimista, un marqués y el hijo de un diplomático uruguayo. Por estos curiosos motivos y para que los porteños no ardieran en las llamas de infierno por pensamientos pecaminosos surgidos en alguna caminata por el centro de la ciudad, los funcionarios (cuyas cabezas sí parecían arder en las llamas del infierno), decidieron que había que alejar un poco más a Las Nereidas de Lola. Se pensó en los bosques de Palermo, en Mataderos y en Parque Patricios. Fue entonces cuando el influyente ex presidente Bartolomé Mitre intercedió por la escultora y por la escultura. Se la ubicó en Alem y Perón, a pocas cuadras de lo proyectado, pero a suficiente distancia de la vista de los feligreses de la Capital. La fuente se inauguró el 21 de mayo de 1903. Un decreto presidencial declaró el feriado nacional. Una multitud acudió a recibirla. Cuando se retiró el género que cubría la obra con las 6 figuras mitológicas, una ovación saludó a la artista. Esa misma noche, una docena de hombres encabezados por Manuel Escalada agasajaron a Lola en el exclusivo Club del Progreso, siendo la única mujer de la mesa. (Daniel Balmaceda - "Romances turbulentos de la historia argentina).




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