Contame algo lindo....

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25 octubre, 2008

Quintas del Sur

La ocupación de las zonas rurales incorporadas a la ciudad fue obras de iniciativas privadas y del mercado inmobiliario; pero la facultad de decidir dónde se abría cada calle y avenida, qué espacios se destinaban a plazas y parques, quedó en manos de la Municipalidad. De acuerdo con Adrián Gorelik, existió una preocupación del Estado por construir y controlar "desde arriba" ese nuevo espacio público metropolitano, que iba en consonancia con un proyecto de reforma política que la elite gobernante delineó en la década anterior al Centenario. Así, el mantenimiento de la cuadrícula española no habría sido simplemente una herencia de los tiempos coloniales. El amanzanamiento uniformado de la ciudad, al tiempo que favorecía la expansión inmobiliaria, impedía el surgimiento de "suburbios diferenciados" independientes del corazón urbano que era la Plaza de Mayo. Ayudaba, en teoría, a la integración de las clases populares en pequeñas comunidades y hacía posible la distribución equitativamente de los servicios públicos (aguas corrientes, cloacas, electricidad, teléfonos, iluminación pública, calles pavimentadas, transportes). Junto con la educación pública, el servicio militar obligatorio, la liturgia patriótica o la reforma política (que daría lugar a la ley electoral de 1912), esta cuestión "urbana" fue otro medio por el cual el Estado procuraba "crear"ciudadanos homogéneos que legitimaban el sistema político. Era una ciudad, donde la agitación popular, gremial y política, se hacía sentir con fuerza en los albores del siglo XX, estas ideas reformistas eran un intento por paliarlas. Hacia 1900, la zona de la estación Plaza Constitución, establecía el límite de la ciudad "oficial". La proximidad del centro y la presencia de la palaciega terminal ferroviaria (reedificada entre 1864 y 1932) diluían su condición de "frontera" y el aire que se respiraba era muy cosmopolita. Los suntuosos palacetes franceses que rodeaban la plaza o se alineaban a lo largo de la avenida Caseros, con ciertas pretensiones de convertirse en "la Alvear del sur", terminaron por albergar degradadas pensiones, que se alternaban con las casas chorizo de la clase media baja. El ambiente prostibulario se confundía con el más aristocrático que irradiaba la elite porteña, en periódica peregrinación hasta los andenes del Ferrocarril del Sud. La estación era la primera parada en el viaje a las estancias y al balneario que hacía furor: Mar del Plata, afianzado como el Biarritz sudamericano.
Cada barrio porteño tuvo un origen y una trayectoria diferentes. Barracas tomó su nombre de los galpones donde se almacenaban cueros desde comienzos del siglo XIX. Había un pequeño caserío en torno del camino que iba a la campaña, luego llamado Calle Larga y hoy Av.Montes de Oca. En el cruce de Montes de Oca y Suárez, estaba "la esquina de la banderita", un puesto de control policial para saber quien entraba y quien salía de la ciudad y unas cuadras hacia el centro se ubicaba la parroquia de Santa Lucía.("Buenos Aires tiene historia" - Watson/Rentero y Di Meglio).

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