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23 junio, 2008

Los vengadores

En 1921 se produjo una importante huelga en la Patagonia y el presidente Hipólito Yrigoyen envió al ejército para sofocarla. A cargo de la fuerza se encontraba el teniente coronel Héctor Benigno Varela. Los huelguistas no dieron el brazo a torcer y todo terminó de la peor manera: alrededor de 1.500 obreros fueron fusilados. Varela regresó a Buenos Aires. Vi´vía en el barrio de Palermo, en Fitz Roy 2461 (entre Santa Fe y Charcas), y el caluroso 27 de enero de 1923 a las 7 de la mañana lo esperaba en el zaguán de la casa vecina (Fitz Roy 2493) un inmigrante alemán vecino del barrio de San Cristóbal, llamado Kurt Gustav Wilckens, con una bomba en la mano. El alemán había planeado lanzársela cuando saliera de su hogar, pero se topó con un imprevisto. El imprevisto se llamaba María Antonia Palazzo, tenía 10 años y caminaba por la vereda donde debía estallar el artefacto. Para protegerla, Wilckens saltó como un kamikaze sobre Varela y soltó la bomba. Víctima y victimario quedaron heridos en el piso. Entonces el alemán extrajo un revólver Colt y le disparó 5 tiros. Varela murió unos instantes después, cuando intentaban curarlo en la farmacia de Santa Fe y Fitz Roy. Wilckens fue llevado a la Penitenciaria de Palermo, en la plaza Las Heras. Se preocupó por aclarar que lo suyo no había sido una venganza, sino que "intentó herir al ídolo desnudo de un sistema criminal". Allí, casi 6 meses después, el nunca asumido vengador de los obreros de la Patagonia, fue asesinado por el carcelero Ernesto Pérez Millán, vengador de Varela. Pérez Millán fue internado en el hospital de las Mercedes, donde, en noviembre de 1925, fue ultimado por Esteban Lucich, yugoslavo, vengador de Wilckens. (Extraído de "Historias insólitas de la Historia Argentina" - Daniel Balmaceda).

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