Contame algo lindo....

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14 junio, 2008

El gato blanco

Las reuniones nocturnas eran una actividad recuperada a partir de que Juan Manuel de Rosas fue desplazado del gobierno en 1852. En esos días se fundó el Club del Progreso y sus socios tomaron la costumbre de hacer una escala de un par de horas largas en el club antes de regresar a sus casas. Esta tradición del after office de la alta sociedad aún se mantiene, sobre todo en el Jockey Club, en el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) y en varios rotarys del interior del país. Luego de fumar unos habanos y tomar alguna copa con sus camaradas, el caudillo porteño Adolfo Alsina partió una noche del Club del Progreso y se encaminó a su casa. Advirtió que lo seguían. Por más que portara un arma, se hallaba en desventaja porque el peligro estaba a sus espaldas. Para manejar la situación con disimulo, aprovechó el lamento de un gato en la vereda de enfrente y cruzó haciéndose el interesado. Eso le permitió ver la silueta de su perseguidor, a pesar de la oscuridad. Además, cuando se paró frente al animal, dejó de darle la espalda al husmeador, que se quedó quieto y, al sentir que se acercaba un sereno, huyó corriendo. El salvador de Alsina era un gato blanco que tenía una patita quebrada. Alsina se la ajustó con un pañuelo y lo llevó a su casa. Un veterinario se la entablilló. El gato blanco se quedó a vivir, para siempre, con Alsina. Un par de años después, el caudillo regresó tarde a su casa (se supone de una entretenida reunión en el club) y fue increpado por su compañera de la vida, Sofía. Don Adolfo, que solía ser muy bromista, respondió a los celos de su novia, tomando una pistola que le había limpiado el mucamo; la apoyó en su sien y le anunció a Sofía que iba a suicidarse, cansado de los ataques de celos de ella. Sofía se lanzó sobre él y le pidió que no lo hiciera. Alsina sonrió y le apuntó con la pistola a ella, sin saber que el arma estaba cargada. Pero el gato blanco lanzó un maullido intenso. La desagradable broma cambió de curso cuando el hombre dijo: "No moriremos nosostros, que muera el gato". Jugando, le disparó al animal y se sintió el estampido. El gato murió al instante. Le salvó la vida a Sofía, cubriéndose de gloria. (De "Historias insólitas de la historia argentina" - Daniel Balmaceda).

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