Contame algo lindo....

Contame algo lindo....
Para conocer relatos de barrio, de música, de nuestra historia y de quienes la forjaron....

01 febrero, 2008

Leandro N.Alem y Catalina Tomkinson

Una de las hijas del brigadier Carlos de Alvear (viejo camarada y acérrimo enemigo de San Martín), fue Virginia, quien se casó con el acaudalado Enrique Tomkinson. Ellos fueron los padres de la bonita Catalina Tomkinson, quien se casó con un importante abogado cuyo "look" era casi de historieta. Don Bernardo Solveyra y Gorostiaga andaba por la vida con mirada grave, barba con forma de abanico y portaba bastón, galera y rebenque. Solveyra condujo uno de los bufetes de abogados más celebres del país y su socio era el conocido dirigente radical Leandro N.Alem, cuya barba, según vemos en los retratos, no desentonaba con la del doctor Bernardo. La relación profesional derivó en una gran amistad y Leandro solía visitar al amigo en su casa. Fue entonces cuando a Catalina y a Leandro se les movió el piso. Y no se sabe hasta donde llegó la cosa, pero sí que Alem, de un día para el otro, optó por dejar de ir a lo de Solveyra. Con él continuaba la relación de la mejor manera, claro que siempre puertas afuera del hogar. Bernardo Solveyra murió en 1889 y Alem lo despidió con un discurso en la Recoleta. Allí volvió a ver a Catalina. El solterón empedernido Alem se convirtió en un león dominado. Emergió el flirteo una vez más, pero ya habían pasado muchos años y Catalina no respondió esta vez al santo de los radicales. En 1892, Alem escribió: ¿Quieres saber, amiga, por qué lloro, por qué bajo en silencio mi cabeza?. Es que un pesar constante yo decoro, el corazón me ahoga la tristeza. Si estoy triste, si lloro es porque te amo, sin que tú sepas lo que pasa en mí". El 1 º de julio de 1896, Alem reunió a algunos amigos en su casa mediante una convocatoria de urgencia. Cuando estuvieron todos, les pidió un minuto. Salió de su casa, subió a un cupé y le ordenó al cochero que lo llevara al Club del progreso. En el camino se suicidó. Dejó tres notas para sus amigos correligionarios, que incluyó el testamento político donde anunciaba: "Para vivir estéril, inútil, deprimido, es preferible morir. Sí, que se rompa, pero que no se doble". También dejó tres cartas más, personales: una para su hijo Leandrito (producto de un amor efímero), una para su hermana Tomasa y otra para Catalina, quien se llevó el contenido a la tumba que la albergó en 1924, en París, mientras su tío, Marcelo de Alvear, discípulo, secretario y admirador de Alem, era presidente de los argentinos. Tal vez Catalina se quedó para siempre con el gran secreto acerca del suicidio del abogado, poeta y político que se enamoró de ella, es decir, de la mujer de su socio. (Extraído de "Romances turbulentos de la historia argentina" - Daniel Balmaceda).

No hay comentarios:

Publicar un comentario