Contame algo lindo....

Contame algo lindo....
Para conocer relatos de barrio, de música, de nuestra historia y de quienes la forjaron....

25 junio, 2008

Por toda la eternidad


Tiburcia de Dominguez, viuda de Salvador María del Carril, decidió eternizar con el mármol lo que había sido su vida conyugal: ambos están enterrados de espaldas, con sus bustos mirando para lados opuestos, porque no se toleraban. Después de que él advirtiera en una carta publicada en la prensa que no pensaba hacerse cargo de las deudas contraídas por su mujer, su esposa decidió no volver a dirigirle la palabra. Veintiún años vivieron de esta manera. Al morir su marido, doña Tiburcia encargó uno de los monumentos más singulares del predio. Del Carril está representado cómodamente sentado en una silla, mirando hacia el sur y protegido por un baldaquín. Quince años después, respetando su última voluntad, el busto de Tiburcia fue colocado de espaldas al de su marido y en una posición subordinada. (De "Buenos Aires tiene historia" - Watson, Rentero y Di Meglio).

24 junio, 2008

La lucha continúa


En diciembre de 1887 quedó inaugurado el monumento al general Juan Lavalle, que desde una pequeña rotonda sobre la calle Tucumán domina las dos plazas, que 9 años antes habían sido bautizadas con su nombre. Para caracterizarlo, el escultor italiano Piero Costa debió ser asistido por el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, de paso por Florencia y poseedor de varios retratos del máximo mártir unitario. La estatua de mármol de 8 toneladas fue colocada sobre una columna dórica de 18 metros sostenida por un basamento de granito. El día de la inauguración, se exhibió la puerta a través de la cual había pasado la bala que acabó con su vida a manos de los federales en San Salvador de Jujuy, en 1841. La bala también se conservaba dentro de un estuche. Sobre la puerta se colocaron el sable, el puñal, la faja, el poncho de vicuña y el sombrero que habían pertenecido a Lavalle. La fiesta continuó hasta avanzada la noche, con fuegos artificiales y música. Pero Felisa Dorrego de Miró, ya viuda, no tenía motivos para festejar: el homenajeado había acabado con la vida de su tío Manuel, mártir federal, fusilado en los pagos de Navarro en 1828. Tal fue su disgusto ese día, que selló todas las ventanas del palacio que daban al monumento y clausuró también la puerta principal, que no volvió a abrirse mientras permaneció viva. (De "Buenos Aires tiene historia" -Watson, Rentero y Di Meglio).

23 junio, 2008

Sede del Gobierno de la Ciudad

En el solar que hoy ocupa el edificio, Bolívar 1, vivió hasta 1818 el traficante de esclavos Pedro Duval. Ese año el Directorio la expropio para obsequiársela al Gral.San Martín por los servicios brindados a la Patria. Sin embargo, el Libertador nunca pudo ocuparla, porque se encontraba en Chile. La casa fue alquilada y luego vendida en 1825. En el Salón Blanco se exhibe el cuadro del pintor español José Moreno Carbonero, artista de la Casa de los Borbones, que representa la fundación de la ciudad. En el óleo, Juan de Garay toma posesión del territorio en nombre de la Corona, ante el estandarte real y la Cruz, con la espada en alto. La pintura fue donada a la Municipalidad por el rey Alfonso XIII en 1910, con motivo de los festejos del Centenario de Mayo. Ante las críticas del historiador argentino Martiniano Leguizamón vinculadas con la representación del paisaje del Río de la Plata, la apariencia de Garay y otras, Carbonero pintó en 1923 una segunda versión que incorporaba las modificaciones sugeridas. Además, regaló una copia de Fundación de Buenos Aires, al ayuntamiento de Málaga, su ciudad natal. Por otro lado, desde 1927 esa imagen decoró el reverso del billete español de 50 pesetas. (Extraído de "Las mil y una curiosidades de Buenos Aires" -Diego Zigiotto).

De a caballo

Una convención ampliamente difundida entre los escultores establece que si el caballo de una estatua ecuestre levanta 2 patas, la persona homenajeada murió en combate; si el caballo alza una de las patas delanteras, la persona murió a causa de las heridas recibidas en combate y si el animal apoyaba las 4 patas, significa que el homenajeado murió por causas naturales. La convención no se verifica en algunos monumentos ecuestres de Buenos Aires. Por ejemplo, el corcel del monumento de Manuel Belgrano, en la Plaza de Mayo, levanta una pata, aunque Belgrano falleció de muerte natural. Lo mismo ocurre con el animal que monta José de San Martín en su estatua en Retiro, que mantiene las 2 patas en el aire. El monumento de Justo J.de Urquiza, ubicada en Av.Figueroa Alcorta y Sarmiento, Palermo, apoya las 4 patas, aunque el militar murió asesinado. (De "Las mil y una curiosidades de Buenos Aires" - Diego Zigiotto).

El túnel del tiempo

Durante sus gestiones, los dos más importantes directores del Jardín Botánico y del Jardín Zoológico vivieron dentro de sus parques. El paisajista Carlos Thays (nacido en París) y el naturalista Clemente Onelli (nacido en Roma) tenían muy buena relación como vecinos: a veces los Onelli iban a comer a lo de los Thays en el Botánico o los Thays iban a comer a lo de los Onelli en el Zoológico. En 1913, presentaron un proyecto para unir sus parques a través de un túnel, a la altura de Las Heras y República de la India. Según el boceto, mediría 60 metros de largo por 35 de ancho. A sus costados, un inmenso acuario de vidrio amenizaría el viaje subterráneo. Era la forma de lograr que los paseantes complementaran una visita con la otra. En la municipalidad se entusiasmaron con la idea. Sin embargo el proyecto entró en el túnel del tiempo, o en un clásico cajón de papeles inútiles, y nunca regresó. En el año 2013 cumplirá su primer siglo encajonado. (Extraído de "Historias insólitas de la Historia Argentina" - Daniel Balmaceda).

Los vengadores

En 1921 se produjo una importante huelga en la Patagonia y el presidente Hipólito Yrigoyen envió al ejército para sofocarla. A cargo de la fuerza se encontraba el teniente coronel Héctor Benigno Varela. Los huelguistas no dieron el brazo a torcer y todo terminó de la peor manera: alrededor de 1.500 obreros fueron fusilados. Varela regresó a Buenos Aires. Vi´vía en el barrio de Palermo, en Fitz Roy 2461 (entre Santa Fe y Charcas), y el caluroso 27 de enero de 1923 a las 7 de la mañana lo esperaba en el zaguán de la casa vecina (Fitz Roy 2493) un inmigrante alemán vecino del barrio de San Cristóbal, llamado Kurt Gustav Wilckens, con una bomba en la mano. El alemán había planeado lanzársela cuando saliera de su hogar, pero se topó con un imprevisto. El imprevisto se llamaba María Antonia Palazzo, tenía 10 años y caminaba por la vereda donde debía estallar el artefacto. Para protegerla, Wilckens saltó como un kamikaze sobre Varela y soltó la bomba. Víctima y victimario quedaron heridos en el piso. Entonces el alemán extrajo un revólver Colt y le disparó 5 tiros. Varela murió unos instantes después, cuando intentaban curarlo en la farmacia de Santa Fe y Fitz Roy. Wilckens fue llevado a la Penitenciaria de Palermo, en la plaza Las Heras. Se preocupó por aclarar que lo suyo no había sido una venganza, sino que "intentó herir al ídolo desnudo de un sistema criminal". Allí, casi 6 meses después, el nunca asumido vengador de los obreros de la Patagonia, fue asesinado por el carcelero Ernesto Pérez Millán, vengador de Varela. Pérez Millán fue internado en el hospital de las Mercedes, donde, en noviembre de 1925, fue ultimado por Esteban Lucich, yugoslavo, vengador de Wilckens. (Extraído de "Historias insólitas de la Historia Argentina" - Daniel Balmaceda).

14 junio, 2008

Villa Crespo


Este barrio debe su nombre a Antonio Crespo, intendente municipal de Buenos Aires, quien apadrinó en 1888 la instalación de una importante curtiembre de la Fábrica Nacional del Calzado, entre Scalabrini Ortiz, Warnes y el arroyo Maldonado, hoy entubado bajo la avenida Juan B.Justo. El propio funcionario había colocado la piedra fundamental, y como el emprendimiento prosperó, los vecinos comenzaron a identificar la zona como "Villa Crespo", siendo el primer barrio porteño que adoptó lo de "villa", hoy compartida por 13 barrios.La iglesia de San Bernardo, se levantó sobre un terreno donado por Salvador Benedit, gerente de la Fábrica Nacional del Calzado. Cuentan que cuando llegó el momento de decidir a qué santo se consagraría la iglesia, se desató una polémica entre los trabajadores de origen italiano y los vecinos. Los inmigrantes proponían San Crispín, patrono de los zapateros, pero los otros insistían con San Ramón. Finalmente, Benedit optó por San Bernardo, en memoria del nombre de su padre. Otro lugar significativo del barrio es el famoso Conventillo de la Paloma, al cual se accedía por Serrano 146 o por Thames 147. En sus primeros tiempos, a fines del siglo XIX, se lo conocía como El Nacional, pero años después, un drama pasional forjó la leyenda de una mujer a quien llamaban "La Paloma". Alberto Vaccarezza se basó en ese hecho para escribir el sainete homónimo. El lugar cuenta hoy con protección patrimonial del Gobierno de la Ciudad para evitar más modificaciones de las que sufrió a lo largo de los años. Con relación al Club Atlanta (club de fútbol del barrio), fundado en 1904, tomó su nombre de un barco estadounidense arribado al puerto junto con otras naves extranjeras con motivo de la asunción del presidente Manuel Quintana, luego de finalizado el mandato de Julio A.Roca. A sus hinchas se los conoce como "bohemios", porque el club deambuló por diversos barrios antes de establecerse definitivamente en Villa Crespo en 1922. En Loyola y Bonpland se deteriora día tras día el "mirador Comastri". Desde sus 21 metros de altura, el atalaya vio pasar el tiempo desde que fue construido en 1875 en la gran finca de Agustín Comastri. Inspirado en la iglesia de Santa María de los Ángeles, de Florencia, el mirador contaba con iluminación a gas siendo sus terrazas sedes de fiestas de gala. Alguna de sus 10 habitaciones sirvieron de alojamiento a Nicolás Avellaneda, Carlos Pellegrini, Julio A.Roca, Bartolomé Mitre y Leandro N.Alem. En 1922 el edificio fue cedido al Consejo Nacional de Educación y hoy forma parte de la Escuela Técnica Enrique Hermitte. (Diego Zigiotto - Ed.Norma).

El gato blanco

Las reuniones nocturnas eran una actividad recuperada a partir de que Juan Manuel de Rosas fue desplazado del gobierno en 1852. En esos días se fundó el Club del Progreso y sus socios tomaron la costumbre de hacer una escala de un par de horas largas en el club antes de regresar a sus casas. Esta tradición del after office de la alta sociedad aún se mantiene, sobre todo en el Jockey Club, en el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) y en varios rotarys del interior del país. Luego de fumar unos habanos y tomar alguna copa con sus camaradas, el caudillo porteño Adolfo Alsina partió una noche del Club del Progreso y se encaminó a su casa. Advirtió que lo seguían. Por más que portara un arma, se hallaba en desventaja porque el peligro estaba a sus espaldas. Para manejar la situación con disimulo, aprovechó el lamento de un gato en la vereda de enfrente y cruzó haciéndose el interesado. Eso le permitió ver la silueta de su perseguidor, a pesar de la oscuridad. Además, cuando se paró frente al animal, dejó de darle la espalda al husmeador, que se quedó quieto y, al sentir que se acercaba un sereno, huyó corriendo. El salvador de Alsina era un gato blanco que tenía una patita quebrada. Alsina se la ajustó con un pañuelo y lo llevó a su casa. Un veterinario se la entablilló. El gato blanco se quedó a vivir, para siempre, con Alsina. Un par de años después, el caudillo regresó tarde a su casa (se supone de una entretenida reunión en el club) y fue increpado por su compañera de la vida, Sofía. Don Adolfo, que solía ser muy bromista, respondió a los celos de su novia, tomando una pistola que le había limpiado el mucamo; la apoyó en su sien y le anunció a Sofía que iba a suicidarse, cansado de los ataques de celos de ella. Sofía se lanzó sobre él y le pidió que no lo hiciera. Alsina sonrió y le apuntó con la pistola a ella, sin saber que el arma estaba cargada. Pero el gato blanco lanzó un maullido intenso. La desagradable broma cambió de curso cuando el hombre dijo: "No moriremos nosostros, que muera el gato". Jugando, le disparó al animal y se sintió el estampido. El gato murió al instante. Le salvó la vida a Sofía, cubriéndose de gloria. (De "Historias insólitas de la historia argentina" - Daniel Balmaceda).

El decimocuarto

Cuando en 1852 la batalla de Caseros marcó el fin del período de Juan Manuel de Rosas, su cuñado Lucio Norberto Mansilla entendió que era hora de tomarse un descanso de tanto trajín bélico, ya que venía combatiendo desde 1810 y resolvió dar unas vueltas por Europa junto a su hijo Licio Victorio Mansilla, de 20 años, quien andaba un tanto ansioso y encabritado por una serie de romances turbulentos. En aquel viaje, los Lucios descubrieron una actitud parisina que les llamó la atención y que, de implantarse en nuestras pampas, sería bien recibida por los fóbicos del número 13. Lucio V., explicó el extraño oficio en uno de sus textos. "En Francia, nación cultísima, hay una industria que no tardará en introducirse en Buenos Aires". Se refería al "quatorzième" (decimocuarto), un recurso inventado para que nunca hubiera en una mesa 13 personas. Aún se sostiene que tal cantidad trae mala suerte y el origen de la superstición se remonta a la Última Cena, donde fueron 13 los comensales (Jesús y los 12 apóstoles, ya que María y a Magdalena no las contaron), cena que terminó de una manera trágica cuando al día siguiente crucificaron a Jesús. En Francia, como en cualquier otra parte del mundo, podía ocurrir que por algún motivo accidental, ausencias, demoras o llegadas imprevistas de invitados, los asistentes a una comida fueran 13. Entonces se contrataba al "decimocuarto". Según explicó Mansilla, "el quatorzième" no puede ser cualquiera. Se requiere ser joven, no pasar de 35 años, tener porte simpático, maneras finas, vestir bien, hablar varios idiomas y estar al cabo de todas las novedades de la época y del día. El oficio era bien retribuido y en todos los barrios había uno: "Es como el médico", aseguraba Lucio Victorio. La participación del novedoso sujeto terminaba cuando llegaba el invitado que se había retrasado. Entonces, "el quatorziéme" se retiraba con disimulo y muchas veces continuaba sus tareas en alguna otra comida. A pesar de las predicciones de Mansilla y de la buena predisposición de los porteños para copiar modas europeas, la costumbre del "decimocuarto" no llegó al Río de la Plata....por lo menos hasta ahora. (De "Historias insólitas de la historia argentina" - Daniel Balmaceda).

09 junio, 2008

El primer colectivo

En 1928 y ante la falta de trabajo, a un grupo de taxistas se le ocurrió la idea de transportar a varios pasajeros a la vez, por un precio económico, entre Primera Junta y la calle Lacarra, en el barrio de Vélez Sársfield. Así nació el taxi-colectivo, antecesor del colectivo propiamente dicho. Los colectivos se limitaban a circular paralelos a los tranvías y hasta utilizaban sus rieles para evitar el traqueteo del empedrado de la avenida Rivadavia. Aquel invento argentino fue una amenaza para la Compañía Anglo Argentina de Tranvías, que soportó presiones, persecuciones y expropiaciones, hasta que logró imponerse. (Diego Zigiotto - Ed.Norma).